La fórmula para que su tienda dure 100 años 27/09/2017
Tienda Nueva Patria
Por cincuenta años María Oliva se ha dedicado a sacar adelante su negocio, el mismo que le permitió darles una profesión a sus hijos y prestarle un servir a su comunidad.

Cuando caminamos a una cuadra de las paredes que vieron nacer al liberal Jorge Eliécer Gaitán en el olvidado y mítico barrio Las Cruces, al suroriente de la capital, nos encontramos con una de las tiendas más antiguas de la Bogotá ‘cachaca’.

A sus 76 años, María Oliva lleva medio siglo surtiendo a sus vecinos en un negocio que le ha permitido levantar con coraje a sus cuatro hijos pero que, pese a sus esfuerzos, parece tener fecha de caducidad, ella nos cuenta cuál es la fórmula para que una tienda dure 100 años.

Arrastrada por las revueltas campesinas que se extendieron por todo el país después del ‘Bogotazo’, huyó de su Simacota (Santander) natal para instalarse en la capital con los pocos ahorros que le había dejado su trabajo en una fábrica de confecciones.

Fue entonces cuando conoció al que más tarde se convirtió en el padre de sus hijos, un bogotano, 18 años mayor que ella, a quien convenció de venderle la tienda que tenía con poco desvelo desde hacía 12 años. Pero ‘La Nueva Patria’, que data de hace unos 100 años, ya había pasado anteriormente por otras manos. Las de un señor que, ante la incesante violencia de la zona, no tuvo más remedio que traspasar su negocio. En 1966, María aceptó. No tenía nada que perder. Invirtió sus últimos pesos en la tienda que la convertiría para siempre en la señora Oliva para todos los vecinos del barrio.

Tuvo cuatro hijos en los que se desvivió en su educación: dos ingenieros químicos, uno industrial y una administradora de empresas. Incluso, uno de ellos, trabaja actualmente en Alemania para la compañía Bayer.

La proliferación de supermercados, incluso, aquellos de descuento, han empujado a muchos locales del barrio a cerrar, pero ella no se rinde.

“Mi secreto es no fiar a nadie. La constancia vence lo que la dicha no alcanza. A mí me gusta mi negocio. Yo me mando aunque no me den mucha plata. A uno le toca estar solo, no se puede tener un empleado porque las ventas no dan para pagarlo. Uno solo sabe a qué horas abre y cierra”, dice la señora Oliva.

Vive, como ella misma explica, a 50 pasos más arriba. Su vida transcurre en el devenir de la tienda. Todos los días, de siete de la mañana a ocho de la noche, atiende a los pocos vecinos que se acercan a comprar.

No tiene datáfono, ni conoce de primera mano las nuevas tecnologías. El inventario está todo en su cabeza. “Solo recibo pagos en efectivo y tengo los papeles de las facturas de las empresas que me traen la mercancía, el resto aquí (señalando su cabeza)”, asevera.

Como en la mayoría de tiendas del país, Oliva tiene en su mostrador el teléfono de Rosita de Postobón. La nevera azul también es su fiel compañera en estas jornadas largas desde hace, por lo menos, 20 años.

En 2003, falleció el padre de sus hijos. Ahora, lucha sola por mantener un negocio que está destinado a desaparecer. No serán los supermercados o los vendedores ambulantes, los que aparten a la señora Oliva de su tienda, sino sus propios hijos. A ninguno de los cuatro les gusta. Estará abierto hasta que yo me muera, luego lo venderán”, concluyó.

Caja de herramientas
Cercanía y dedicación a sus clientes
La cercanía, el servicio al cliente y el sentido de pertenencia con las comunidades son algunos de las claves de Oliva Rodríguez.

Abrir temprano cerrar tarde
La tienda Nueva Patria abre a las 7:00 am y cierra a las 8:00 pm. Un horario que le permite atender durante todo el día a los vecinos.