En cualquier instante se pueden abrir o cerrar los ojos para soñar, para gozar de nuestra Sabana; se podría percibir en la madrugada el olor de los cultivos de cilantro, un olor que ya se nos está yendo; avistando la infinitud del paisaje, desde la cima del Majuy, de Juaica o la Cumbre.
Un paisaje cada vez menos verde, un paisaje contaminado en varios espacios por plástico y moles de cemento. La Sabana, herencia de nuestros abuelos auténticos, los muiscas; ellos vivieron a sus anchas, conviviendo con la exuberancia del verde de árboles y plantas; con el variopinto color de ranas, patos y venados; con los cantos de los pájaros; ellos, nuestros abuelos, adoraron las infinitas y sagradas aguas, y con ellas cultivaron la vida. Un legado que hoy desconocemos, al que dolorosamente renunciamos.
“El paisaje por ser patrimonio Común deberá ser protegido” (Ley 99 de 1993).
Por estos tiempos la Sabana vuelve a estar en los discursos de políticos, de los burgomaestres y de los urbanizadores… Y también debiera ser asunto de ocupación por parte de sus habitantes, por la ciudadanía sabanera; esa ciudadanía a la que en esta coyuntura le corresponde participar en los espacios decisivos y decisorios, alzando su voz en defensa de su tierra, por la preservación; y finalmente es esta encrucijada, ni más ni menos, que participando por la protección de la Sabana: tierra sagrada, hogar de la vida, patrimonio natural y cultural de todos los colombianos.
El 3 de marzo de este año la prensa capitalina elevó las voces de algunos políticos, contratistas y voceros de los urbanizadores ante la publicación del proyecto de Resolución del Ministerio del Medio Ambiente para establecer los lineamientos de ordenamiento ambiental en la Sabana de Bogotá.
Ese proyecto de Resolución fue previamente discutido desde el 2023; en ese año “se hicieron 20 reuniones técnicas –afirma Susana Muhamad– con alcaldes, el gobernador, las autoridades ambientales, veedurías ambientales, para recoger los insumos técnicos del diagnóstico”. Otro tanto se realizó en el 2024; según la exministra, “en total fueron 33 espacios de participación”.
En la página oficial del Minambiente, la por entonces ministra Susana Muhamad, afirmaba: “La Sabana de Bogotá es una región de importancia ecológica para el país, por eso con estos lineamientos de ordenamiento ambiental buscamos conservar ecosistemas que están degradados, proteger los espacios del agua como limites ecológicos para un buen ordenamiento territorial y asegurar la destinación agropecuaria y forestal del suelo rural de la Sabana. Esta Resolución es producto de la necesidad de reglamentar el artículo 61 de la Ley 99 de 1993, para que podamos transitar hacia una Sabana donde su desarrollo territorial se armonice con los espacios del ciclo de agua, y donde seamos menos vulnerables al cambio climático”.
“Declárase la Sabana de Bogotá, sus páramos, aguas, valles aledaños, cerros circundantes y sistemas montañosos como de interés ecológico nacional, cuya destinación prioritaria será la agropecuaria y forestal”, artículo 61 (Ley 99 de 1993).
El 9 de marzo de este año, en entrevista para EL TIEMPO, dice Muhamad: “De 500.000 hectáreas que tiene la Sabana, 433.000 tienen una integridad ecológica baja o muy baja. O sea, nuestra capacidad de regulación ecológica es muy baja y los efectos del cambio climático ya no son una especulación, sino una realidad(…) Los 39 municipios y el Distrito tienen suficiente suelo de expansión urbana y suelo urbanizable dentro de los cascos urbanos, más o menos 50.000 hectáreas que pueden abarcar las necesidades demográficas, de acuerdo con el Dane, hacia el futuro”.
“Es una Resolución necesaria. El Gobierno estaba en mora de reglamentar el artículo 61 de la Ley 99/1993 que establece la protección de la Sabana”. Manuel Rodríguez Becerra (exministro de Minambiente).
Finalmente, EL OBSERVADOR pone a disposición sus páginas, como medio de comunicación, para contribuir a movilizar a la ciudadanía de Sabana Centro y a todos los sectores de la sociedad civil: administraciones municipales, sectores educativo y cultural, ciudadanía en general e inclusive a los urbanizadores, con el fin de construir un acuerdo consensuado, lograr una concertación alrededor de lo fundamental, esto es, salvaguardar y proteger un bien de interés superior: la Sabana concebida colectivamente como ¡patrimonio natural y cultural de todos los colombianos!