CAFÉ CON EL DIRECTOR

En el pueblo lo conocen como ‘Tiyyis’, un apodo que le puso su hermano, pero no muchos saben que es el único Doctor en Derecho que tiene Cajicá, donde nació en una vivienda del tradicional sector de El Centro, en el que ha vivido siempre orgulloso al lado de sus padres, a quienes considera “su motor y combustible” en su proyecto de vida.
Los ‘Tiyyis’, como les dicen a Juan Ricardo y a Francisco, fue tomado de una serie de televisión que se llamaba Tigres Voladores, historia de un escuadrón de pilotos de aviones de combate durante la Segunda Guerra Mundial, y favorita de los jóvenes a nivel mundial.
La familia Alfonso Rojas está conformada por cinco hijos, tres de ellos mujeres. Juan Ricardo es el último y lo creen ‘el loco de la familia’, dice en medio de carcajadas. Su padre, José Alfonso, ya fallecido, de Sutatauza (Boyacá), fue músico, tocó el piano, y durante muchos años actúo como organista en las misas de la Iglesia de la Inmaculada Concepción.
Doña Fideligna Rojas, su madre, oriunda de Subachoque (Cundinamarca), aún vive y es su principal ‘fans’. Es la que más le ha ayudado económicamente para que salga adelante. En honor a sus padres, Juan Ricardo montó una oficina de abogados en el centro de Cajicá.
Es Abogado de la Universidad Agraria de Colombia; Doctor en Derecho de la Universidad Santo Tomás; Magister en Derecho Público de la Universidad Santo Tomás y la Universidad de Konstanz-Alemania, y Magister en Educación de la Universidad Militar Nueva Granada.
Su prolífica hoja de vida reseña además que es Especialista en Derecho Penal y Especialista en Negociación, Conciliación y Arbitraje de la Universidad del Rosario, y Conciliador en Derecho. “Estudiar es un lujo, pero soy un afortunado porque lo he podido hacer, con sacrificio, disciplina y mucho esfuerzo. Soy un iluminado por Dios”.
En 2024 fue condecorado con la Orden Ley y Democracia en grado de Gran Cruz Francisco de Paula Santander, por la Sociedad Colombiana de Prensa y Medios de Comunicación, reconocimiento que distingue a las personas y entidades que construyen institucionalidad y contribuyen a la constitucional del país.
EL OBSERVADOR: Usted ha puesto la bandera muy alto, ¿pero no ha sido fácil este proyecto de vida?
Juan Ricardo Alfonso Rojas: Vengo de una cuna humilde, quiero ser ejemplo. Estudie en las escuelas públicas de Cajicá: La Pompilio Martínez y el San Gabriel. Mí alma mater es la Universidad Agraria, donde me gradué como abogado, siempre me destaqué por sacar las mejores calificaciones. Me ha tocado conseguir todo a golpes, no ha sido fácil, pero me considero un hombre afortunado, de la mano de Dios todo sale bien.
EO: Sus padres jugaron un papel decisivo…
J.R.A.R.: Todo se los debo y lo hago por ellos. Como regalo les pedí cuando terminé abogacía una especialización. Me dijeron que eso es para los que tienen modo y que buscara cómo hacerlo. Pues como soy el loco de la familia me inscribí en la universidad del Rosario, para mí el templo del Derecho.
Pasé la entrevista, pero no tenía la plata para pagar. Yo ya litigaba y me gané un caso en Funza (Cundinamarca). Me pagaron $7 millones y con ese dinero, más una ayuda económica de mi mamá, mi principal admiradora, pude hacer la Especialización en Derecho Penal.
EO: ¿Y usted termina escribiendo un libro sobre Derecho?
J.R.A.R.: Se llama ‘Búsqueda, Creación y Desarrollo de la Justicia de Paz’ (ITA Editorial). En el libro se cuenta cómo ha evolucionado la Justicia de Paz para adaptarse y responder a las necesidades actuales y futuras del país. Pero también he participado en otras publicaciones sobre temas como la Justicia de Paz, los Jueces de Paz y Justicia en Equidad. Y en uno muy especial, ´Sensaciones´, que es una antología de textos seleccionados, a través de un concurso que gané, sobre el tema del Covid-19 (ITA Editorial).
EO: ¿Cómo se convierte en Doctor en Derecho, el único que hay en Cajicá?
J.R.A.R.: Es una locura (risas). Es el culmen de educación en el campo del Derecho. El 4 de diciembre del 2023, luego de un gran esfuerzo personal me gradué del doctorado en la Universidad Santo Tomás. Ya coloqué mí bandera en la cúspide. Yo soy el mejor abogado y me muero siendo abogado (risas).
EO: ¿Sin ser político ha ocupado varios cargos públicos en su carrera profesional?
J.R.A.R.: La política es el arte de servir bien. He sido Inspector de Policía, Comisario de Familia, Registrador Municipal para el referendo del 2002. Mi primer cargo en lo público fue en la Fiscalía General haciendo la Judicatura. También laboré en la CAR y en el INCODER (hoy Agencia Nacional de Tierras).
EO: ¿Y fue Personero de Cajicá en una elección difícil?
J.R.A.R.: Es el cargo más bonito que he tenido en la vida profesional. Mí campaña fue voz a voz, a los 13 concejales les entregué mi hoja de vida impresa en papel Kimberly. Demandaron la elección, pero la transparencia del proceso me permitió ejercer el cargo durante el primer gobierno de Fabiola Jácome. Nada es gratis en la vida, pero no debo nada. Soy muy creyente: ese cargo me lo regaló Dios.
EO: ¿Ahora hace parte del gabinete de la alcaldesa Fabiola Jácome?
J.R.A.R.: Desde enero pasado asumí como Secretario de Gobierno y Participación Ciudadana por invitación de la alcaldesa. En lo público, fui el primer Secretario Jurídico de Cajicá; luego me desempeñé como Jefe de la Oficina Asesora Jurídica en Chía, y me vinculé a la actual administración como Jefe de Control Disciplinario Interno. También me he desempeñado como alcalde encargado de Cajicá.
EO: ¿Con su destacada carrera pública ya está dejando un legado familiar?
J.R.A.R.: Siempre he estado en Cajicá. En honor a mis padres fundé una oficina que se llama ‘Alfonso Rojas Abogados, su mejor respaldo’, ubicada en el centro de Cajicá, es un reconocimiento por lo que han significado en mí vida. Tengo dos hijos con Milena; Ricardo José de 9 años y Juan José de 4. Les combiné mis nombres con el de mi padre, que tuvo que esperar 85 años para ser abuelo. Soy catedrático en las universidades Agraria de Colombia, Manuela Beltrán, Militar Nueva Granada, INCA y Mariana de Pasto, en las que enseñó todas las ramas del Derecho. Cuando mi mamá me dice que ya no estudie más, tiene una frase sabia: “más vale un burro vivo, que un sabio muerto”.