Por: Lully Montoya.
Lejos de ser solo receptoras de políticas o beneficiarias pasivas de programas, las mujeres rurales son agentes esenciales en la construcción de un desarrollo sostenible, equitativo y con justicia social.
Agentes clave del desarrollo rural integral
Las mujeres rurales desempeñan un rol protagónico en la economía local, especialmente en sectores como la agricultura, la producción de alimentos, la conservación del medio ambiente y la organización comunitaria. Su trabajo cotidiano garantiza la seguridad alimentaria de millones de personas, preserva conocimientos ancestrales y fortalece la economía del cuidado, aunque muchas veces este aporte sea invisibilizado o no remunerado. Frente a los múltiples desafíos del mundo contemporáneo —como la crisis climática, las pandemias, la pobreza y la desigualdad-, se hace urgente impulsar un desarrollo rural integral con enfoque de género y sostenibilidad ambiental. Este tipo de desarrollo no puede ser lineal ni centralizado, sino que debe ser territorial, participativo, multidisciplinario y adaptado a las realidades diversas de cada región del país.
Transformar desde lo local: educación, liderazgo y tecnología
La transformación rural debe partir de la educación, el fortalecimiento del liderazgo comunitario y el acceso equitativo a la tecnología. Capacitar a las mujeres rurales en habilidades técnicas, promover su participación en procesos de toma de decisiones y facilitar el uso de tecnologías adaptadas a sus necesidades son claves para romper ciclos de pobreza y exclusión.
Es igualmente fundamental garantizar el acceso a servicios públicos de calidad: agua potable, salud, saneamiento básico, conectividad digital y educación, así como a financiamiento con condiciones justas. EI crédito rural, el acceso a tierras y la comercialización de sus productos deben ser parte de una estrategia nacional de empoderamiento económico femenino, con acompañamiento técnico y fortalecimiento organizativo.
Democracia, participación y construcción de paz. La participación ciudadana es uno de los pilares de la democracia, y en el caso del desarrollo rural, esta debe incluir a las mujeres como protagonistas. Los espacios de diálogo como talleres, conversatorios, foros y mesas técnicas son esenciales para que sus voces sean escuchadas y sus propuestas tengan incidencia.
No podemos olvidar que muchas comunidades rurales han sido históricamente afectadas por el conflicto armado, la desconfianza institucional y la exclusión política. Por eso, promover la gobernabilidad democrática, el acceso a la justicia, el diálogo intercultural y la reconciliación es parte fundamental del desarrollo sostenible.
La paz no es solo la ausencia de guerra; es también la garantía de derechos, la equidad de género, el reconocimiento de las diversidades y la justicia social en los territorios. Las mujeres rurales deben ser reconocidas como constructoras de paz y lideresas del cambio.
Uno de los caminos más sólidos para fortalecer la economía rural es el fomento de modelos de economía solidaria y cooperativa. Las cooperativas de mujeres, las asociaciones productivas y las redes comunitarias permiten la autogestión, el trabajo colaborativo y la redistribución equitativa de los recursos. Estas formas organizativas, conocidas como la tercera economía", son fundamentales para enfrentar la desigualdad estructural, fomentar el emprendimiento y dinamizar el desarrollo regional. Su éxito radica en la solidaridad, la participación democrática y el compromiso social de sus integrantes, en especial de las mujeres, quienes históricamente han liderado estos procesos.
ODS y políticas publicas con enfoque de género rural
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), propuestos por las Naciones Unidas, son una hoja de ruta global que plantea metas concretas para erradicar la pobreza, reducir las desigualdades, proteger el planeta y garantizar la paz. Los ODS no se cumplirán sin la participación activa de las mujeres rurales. EI Estado colombiano, en coherencia con estos compromisos internacionales, debe avanzar en la formulación e implementación de políticas públicas inclusivas que reconozcan el papel de las mujeres rurales. Esto implica invertir en su formación, garantizar el acceso equitativo a servicios y recursos, y asegurar su participación en los espacios de toma de decisiones.
Una apuesta ética y cultural por el futuro
La ética, la cultura y la educación son elementos centrales para lograr una transformación real. No basta con mejorar las condiciones materiales si no transformamos las relaciones sociales, los estereotipos y las prácticas discriminatorias que limitan el potencial de las mujeres rurales.
Desde una perspectiva intercultural y territorial, es necesario fomentar una educación que valore los saberes locales, promueva la equidad de género y forme ciudadanos y ciudadanas criticas, solidarias comprometidas con el bien común.