Alexandra Pulido y su encuentro con el Rey 27/10/2025
Alexandra es la esposa del señor Gobernador de Cundinamarca Jorge Emilio Rey Ángel, y a su vez, es la Primera Dama del departamento, y actual presidente de la Asociación de Primeras Damas de Colombia - ASODAMAS -. Su vida ha sido de retos y responsabilidad a temprana edad. Trabajando de día, y estudiando de noche, se gradúa como abogada en la Universidad Libre; obtiene también, una maestría en Derecho Penal y otra en Gerencia de Empresas; pero, además, gerencia su propia empresa familiar.

Es madre de Ana Milagros y Emmanuel. En la gobernación de Cundinamarca ostenta el cargo de Gestora Social, actividad que desarrolla con una entrega total, lo que le ha permitido obtener positivos resultados en corto tiempo, construyendo un legado de amor y servicio a través de su labor y su incalculable fe en Dios. Su infancia transcurrió en el municipio de Cota, pero a sus escasos 15 años, su vida tuvo un giro total y experimentó una difícil situación: sus padres se divorciaron.

Lo que la afectó profundamente con inestabilidad emocional en plena etapa adolescente: “Fue una etapa muy dura. Yo no conocía de Dios ni tenía una rutina de oración. Mis papás tampoco tenían las herramientas espirituales para afrontar esta situación, no tuvieron la oportunidad de una consejería o pertenecer una comunidad cristiana como la que tenemos ahora”, expresa Alexandra. “Trabajar de día y estudiar de noche no es fácil, pero Dios me permitió cumplir mis sueños”.

Ocupa diferentes cargos y empleos, entre ellos recuerda que uno de sus primeros cargos, fue laborar en la famosa empresa de “Vino Rivelino”; también estuvo laborando en la Asamblea de Cundinamarca, la Corporación Regional de Cundinamarca CAR y por ese tiempo conoció al que hoy es su esposo: Jorge Rey. De esta relación, quedó embarazada de su hija Milagros.

“Mi esposo siempre ha tenido cargos en la política que lo han mantenido muy ocupado, entonces mi embarazo fue una época muy difícil porque él, en sus múltiples ocupaciones, no podía estar tan presente como debería y yo comencé a sentir que me faltaba algo”.

Nadie me habló de Dios, fue el Espíritu Santo quien comenzó a inquietarme. Sentía que necesitaba encontrar a Dios. En ese mundo, en el que se vive con tantos afanes, siempre hay vacíos y yo quería algo diferente para mi hija, que creciera en una comunidad segura. Era mi mayor anhelo, aunque yo no había conocido de niña a Dios, ella sí lo pudiera hacer.

En ese momento yo trabajaba en una empresa de servicios postales y una compañera me invitó a una iglesia cristiana. ¡Llevaba como seis meses pidiendo eso! Acepté sin dudar, fui y me empecé a enamorar de Dios. Para mí, ese fue un gran cambio. Mi embarazo tomó otro rumbo porque comencé a sentirme diferente.

Como ya entendía mejor el cristianismo y conocía al Señor, sabía que debía haber más iglesias cristianas similares, así que comencé a orar por una que me aportara en mi relación con Dios, pero que me quedara más cerca de mi hogar. Un día iba para Chía cuando vi el aviso de Casa Roca Sabana Norte. Entré con mi hija y me quedé.

Mi esposo no conocía de Dios en esa época, así que al principio me dijo: “No. Yo soy católico y no quiero nada de eso”. En vez de pelear por eso, oré por mucho tiempo y Dios hizo la obra en él. Deseaba que Jorge llegara a Cristo, pero era muy respetuosa. Siento que fue el ejemplo y la persistencia que vio en mí, lo que lo acercó primero a Cristo, como dice 1 Pedro 3:1-2.

Todos los domingos me iba muy juiciosa con mi niña para la iglesia. Si mi esposo tenía agenda o se quedaba en casa, yo le llevaba su desayuno a la cama, me iba para la iglesia y volvía a compartir con él. A veces no le gustaba que lo dejara solo, pero veía en mí esa constancia y determinación: “primero Dios”, y eso terminó quedando en su corazón.

Poco a poco fue llegando mi familia. A mi papá lo invité porque tuvo un tema de salud, luego empezó a ir su esposa e hijo, después mi mamá, y todos empezaron a descubrir a Dios en la iglesia y se quedaron. Siempre he sentido en la iglesia un aliciente y la manera más linda de llegar a Dios. En tantos años que duré congregándome humanamente sola, no me sentía sola. Sentía una familia.

Pasó el tiempo y más o menos cuando Milagros tenía siete años, mi esposo me dijo: “quiero saber por qué tú siempre estás feliz, tranquila. Porque así yo me demore y no pueda dedicarte tiempo por mi trabajo, tú siempre estás con la mejor actitud. Yo te veo tan contenta, siempre con tus planes en la iglesia, que quiero que me lleves. Quiero aprender esa paz que tú tienes”.

Después de un tiempo me preguntó: “¿qué quieres en la vida?”. Y yo sin dudar le dije: “me quiero casar. Dios dice algo muy claro en la Palabra y yo quiero obedecerlo”. Fue una época de mucho ayuno y oración y el Señor me escuchó. Un día, mi esposo estaba en una junta de Gobernadores en Montería y me pidió encontrarnos en Cartagena. Resulta que había organizado todo para casarnos en Cartagena. ¡Yo no tenía ni idea!

Fue un detalle muy lindo, una sorpresa muy especial de parte de él y de Dios. Y de ahí para acá, mi vida empezó a mejorar. Empecé a sentir más el poder de Dios en mí, mi esposo también tuvo un cambio, empezó a amar mucho más a Dios y a tener una vida diferente, en un trasfondo distinto, con más oración, asistiendo a la iglesia.

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