Las causas de la muerte en Venezuela no solo se centran en la desnutrición de su población, sino también en la deshidratación, pues según el último informe de Cáritas Venezuela, 73% de las familias del país no tiene acceso continuo a agua potable, e incluso debe recurrir al agua corriente que se canaliza por las cañerías y que no está necesariamente tratada, para evitar morir de sed.
La situación actual dista mucho de la abundancia que se vivía durante los primeros años del gobierno de Hugo Chávez, concretamente en 2001, momento en que 92% de la población venezolana tenía asegurado su acceso a agua potable, según estimaciones de la Hidrológica Venezolana (Hidroven), la casa matriz de Venezuela en materia de agua potable. En la actualidad, solo 17% de los venezolanos puede obtenerla ininterrumpidamente, sin verse azotados por el racionamiento al que debe recurrir la gente.
La respuesta a este panorama se encuentra al revisar los números que la economía local destina a la inversión en cobertura de suministros de agua potable para el país. En 1999, Hidroven invertía US$343 millones anuales para cubrir este aspecto, pero para 2004 redujo su capital a US$210,7 millones ininterrumpidamente hasta 2014, con Nicolás Maduro en el poder.
Al comparar estos montos de dinero con el total del PIB de Venezuela, la inversión de Hidroven no supera 1% en ninguno de esos 15 años. Su punto más alto, en cuanto al Producto Interno Bruto, fue en 2003, cuando cubrió 0,4%.
Cáritas Venezuela también especificó en su informe que 57% de las familias venezolanas tiene acceso al agua potable durante menos de tres días a la semana, mientras que 26% restante tiene un acceso continuo, mas no permanente, durante la semana.
El experto en servicios públicos, Norberto Bausson, calculó que “aproximadamente 3% de la población venezolana no recibe agua nunca. Con base en ello, se puede asegurar que, de 30 millones de habitantes aproximadamente, hay más de un millón de personas a quienes no les llega jamás. Además, 18% de los venezolanos recibe agua potable con frecuencias mayores a un mes”.
Por su parte, el presidente de la Asociación de Entorno Sociedad y Ambiente (Asoesda), Julio Cubas, destacó que una de las causas de la crisis en materia de agua potable es la falta de mantenimiento en el servicio urbano, destacando que “es competencia de las municipalidades y de las alcaldías mantener el buen servicio de aseo”.
La evidente escasez de agua potable ha derivado en la aplicación de jornadas de racionamiento cada vez más constantes. Tanto así que, entre 2016 y 2017, al menos 30% de la población venezolana vivió bajo estas condiciones.
La precariedad ha llegado a niveles tan extremos que el racionamiento ha dejado de ser una opción para algunos ciudadanos, lo que los ha llevado a recurrir al agua corriente como única salida para evitar la deshidratación como destino final. El problema con el agua corriente es que, al ser el líquido que se canaliza por las cañerías y se distribuye en las ciudades sin estar necesariamente tratada, ha aumentado los casos de enfermedades diarreicas entre la población. Según el Ministerio de Salud de Venezuela, los casos llegan a 988.000 en los últimos años.
Según el último informe de Prodavinci, las horas de suministro semanales de agua corriente en promedio llegaban a 48 horas entre 2016 y 2017, a las que accedía población bajo racionamiento formal.
El agua abunda a pesar de la sequía
Los venezolanos viven una situación paradójica en torno al agua, pues a pesar de la abundancia de recursos hídricos que posee el país, solo una pequeña porción es potable, factor en donde ni la sequía ni el cambio climático han tenido que ver. Esto ha llevado a que la lluvia se convierta en el principal aliado de los ciudadanos a la hora de conseguir agua. Los ciudadanos también optan por buscar aguas en cuencas hídricas o en pagar camiones cisternas, que no todos pueden costear.