Cuidando de nosotros mismos y de la iglesia (II parte) 06/01/2023
Cómo bendecir a tus hijos: 20 promesas bíblicas
"...Ciertamente cosas que decimos y hacemos como siervos de Justicia, en Cristo Jesús, no agradarán a muchos. Jesús mismo cumplió la Justicia de Dios..."

Tal como hemos hablando, debemos tener sumo cuidado en prevenir situaciones inconvenientes y estar alertas ante cualquier señal de debilidad en nosotros para hacer ajustes y correcciones. Igualmente, para marcar el camino hacia la solución de conflictos y no dar lugar a la ofensa. Abordaremos, ahora, una segunda área de cuidado:

2. MOTIVACIONES.

Es importante concentrarnos más en nuestras motivaciones e intenciones que en nuestras acciones, pues Dios pesa y examina nuestros corazones. Cabe preguntarnos: ¿Lo que hacemos es solo para nuestro beneficio y el agrado de otros o para la complacencia y Gloria de Dios? 1ª. Tesalonicenses 2: 1 – 8, habla mucho a este respecto: la aprobación de Dios en nosotros como mensajeros que no damos lugar a la adulación, maquinaciones o intenciones ocultas buscando sacar indebido provecho o forzando a otros a aceptar lo que decimos o hacemos.

La Palabra nos invita a vernos en su Espejo, a ser como niños o como la nodriza que cuida de sus propios hijos, a no engañarnos a nosotros mismos ni caer presos en nuestro propio parecer; a venir a Dios para su examen y guianza permanente (Salmos 139: 23 -24), a ser honestos y transparentes; pues muchas de nuestras acciones correctas pueden tener motivaciones incorrectas.

Por otra parte, es necesario entender que el Ministerio no es cuestión de caerle bien a todo el mundo, ya que si buscamos agradar a los hombres no seríamos siervos de Cristo (Gálatas 1:10). No pretendamos ocupar el primer lugar, así este llegue; antes bien, aprendamos a fluir en un segundo plano, ayudando y empujando a otros, ya que el Ministerio no es acerca de nosotros sino de Jesús y Dios Padre.

Ciertamente cosas que decimos y hacemos como siervos de Justicia, en Cristo Jesús, no agradarán a muchos. Jesús mismo cumplió la Justicia de Dios, complaciendo al Padre, por lo cual muchos se irritaron. Corramos, entonces, la buena carrera de la fe, en el carril de la voluntad que Dios diseñó para nosotros. Asimismo, debemos entender que respeto es muy diferente a popularidad. Al fin de cuentas, la gente acudirá a nuestra ayuda y oración por el respeto y la diferencia que en el Señor les inspiramos.

Ser hijos amados de Dios no garantiza la motivación correcta de nuestras acciones ni el experimentar su satisfacción, paz y alegría en nuestro ser interior. Así son las cosas, aunque Él mucho nos ame, no significa que tenga complacencia con todos nosotros. Vemos un bello ejemplo de su complacencia en la historia del campeón olímpico en Paris 1924 , Eric Liddell, quien entendió cómo Dios lo llamó primero a ser un gran corredor para darle a Él la Gloria, antes que a desempeñarse como misionero en China. Liddell, afirmó: “Dios me hizo veloz. Y cuando corro siento su placer”. ¿Hacemos las cosas realmente para la Gloria de Dios? ¿Qué tanto nos importa lo que de nosotros digan los hombres? ¿Realmente estamos en la complacencia de Dios para con nosotros?

Por: Pastor John Romick Iglesia Misión